jueves, 6 de febrero de 2020

La salvación reposa en el lodo


Un joven llegó a casa de su mentor para plantearle lo siguiente:

“Nunca antes había tenido tantos problemas como hoy. El mundo se me cae a pedazos y desconozco cómo salvar los escollos que aparecen bajo mis pasos; maestro, estoy desesperado.”

El preceptor lo miró por un instante:

“Para resolver cada uno de tus problemas, ¿has pedido ayuda a alguien en específico? Por ejemplo: ¿a tus hermanos, a tus padres, a algún amigo?”

“A mis hermanos los odio desde que éramos chicos, porque despreciaban que yo fuera más listo que ellos; a mis padres los aborrezco, pues suelen tratarme como tonto, y no quiero humillarme pidiéndoles a mis amigos nada, debido a que saben que soy exitoso. ¿Qué hago?”

El mentor, pensativo, volvió la vista al fondo de la casa. En aquel sitio, la puerta tenía un boquete en la parte inferior por donde apenas un gato hubiera atravesado hacia el otro lado. El barro húmedo resplandecía en el umbral. Dijo:

“Mira, si en este momento la casa donde estamos se incendiara y tuvieras por única escapatoria aquella puerta, pero ésta se trabara a causa del calor, ¿qué harías para salvar tu vida?”

“Me tiro pecho tierra y me arrastro a través de ese boquete.”

“Pero te enlodarás, te rasgarás el pantalón, posiblemente hasta una pierna te quiebres.”

“Es más importante salvarse del fuego.”

“Así es. En ocasiones, la salida tiene un diámetro más estrecho de lo que suponíamos y uno debe hacerse pequeño para salvarse ¿verdad?”, dijo el maestro.

El joven entornó los ojos y, tras un momento de reflexión, se despidió, agradecido por el consejo.

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Cuento inédito